domingo, 23 de febrero de 2014

Domingo

(31/03/2013).  

Un domingo de cada dos (que es cuando mi padre libra) era el momento que teníamos para pasar el día todos juntos, sobre todo cuando éramos pequeños y no teníamos obligaciones el fin de semana. Ahora ya hemos dejado de hacerlo, pero por otros motivos más importantes que el trabajo o las obligaciones.

De entonces recuerdo la música (no consigo pensar en un solo día en el que no sonara música en mi casa) las noticias en la radio, pero sobre todo lo primero que se me viene a la cabeza es la imagen de cada uno en su cama, o invadiendo la de mis padres, con un libro. Daba igual que ese día hubiera que hacer limpieza, o que las tazas del café aún estuvieran en el fregadero. Desayuno y vuelta a la cama a leer. A veces nos intercambiábamos las habitaciones, o estábamos cuatro en la misma, otras los mayores les leíamos a los pequeños si aún no sabían y muchas, muchas mañanas mi padre le leía a mi madre.
Mis padres siempre han tenido gustos diferentes en cuanto a lectura se refiere, si mi padre adora Góngora, mi madre a García Lorca; cuando mi madre leía en francés mi padre disfrutaba con los autores griegos. Lo que sí tenían en común era comentar los párrafos que más les gustaban, leérselos el uno al otro, analizarlos, incluso discutir por el contenido o el significado de las frases. Mi padre es más clásico, para él existe la LITERATURA así, con mayúsculas, no le vale cualquier cosa y es toda una aventura comprarle un libro. Mi madre es distinta, tiene un abanico mucho más amplio, ha leído autores estadounidenses contemporáneos que le han entusiasmado (Zadie Smith, por ejemplo) pero del mismo modo le apasiona Galdós.
Así, supongo que con el paso de los años muchas visitas al rastro y gastando en eso en vez de en otras cosas, han ido llenando la casa de libros. Cada uno tenemos una estantería llena en nuestra
habitación, en la suya por supuesto, en el salón (con el espacio ganado al no tener tele ni sofá) en cualquier sitio de la casa puedes encontrar un libro.

 

Rellenando las baladas con dos filas de libros "porque ya no caben y a ver donde los metemos" estanterías donde luego es complicado encontrar algo concreto cuando lo necesitas, era un clásico lo de "mamaaaaa donde está El Lazarillo que me lo han pedido para el cole" y la respuesta indefinida "no lo se mira en la estantería de tu hermano que le vi el otro día con él" o las protestas de mi padre "me habéis cogido el Ovidio a ver que me llevo ahora en el taxi" Es cierto que el orden no está entre las virtudes de mi familia, qué le vamos a hacer...  

El caso es que ni siquiera se a que venía este post, porque al principio yo quería hablar de música y de los domingos, quería contar que la primera canción que recuerdo haber escuchado en mi casa en castellano (en inglés, francés o música clásica sí había oído) es "Esos locos bajitos" de Serrat, porque en eso también llevaba la batuta mi madre y podía escuchar en el mismo día a Serrat, Prince y Bach sin ningún problema. Seguramente yo ya había escuchado antes otras, pero se que recuerdo ésta como la primera porque me sorprendía que dijera "joder" en esa famosa frase "deja ya de JODER (uy) con la pelota" y yo como era una enana insoportable no entendía como a mi madre le podía gustar diciendo esa palabrota ( el tema de las palabrotas en mi casa daría para otra entrada y hasta para dos o tres) Y a esto venía el post. A decir que sí, que ya he entendido por qué le gustaba tanto, que hoy domingo la he oído en la radio por casualidad y no he podido evitar acordarme de todo esto y de muchas cosas más que no voy a dejar aquí escritas porque seguro que el teclado se estropea si se moja. 




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